Se acerca el 25 de noviembre,
declarado como Día Internacional contra la Violencia de Género. Parece mentira
que ya entrado el siglo XXI necesitemos efemérides como esta para recordar
nuestra condición de personas, de sociedad en permanente cambio, buscando
permanentemente el respeto y el sentido del ser humano, cayendo en los mismos
errores, cometiendo las mismas equivocaciones… . Poco hemos avanzado.
Ya en el siglo VI a.C., Pitágoras alertó a la sociedad de su momento: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Tan antiguo y tan moderno. Restamos valor a la infancia y es, sin embargo, el cimiento base de una sociedad. Todo aquello que rodea al niño o niña es asumido por él o ella, interiorizado y después puesto en práctica.
Ya en el siglo VI a.C., Pitágoras alertó a la sociedad de su momento: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”. Tan antiguo y tan moderno. Restamos valor a la infancia y es, sin embargo, el cimiento base de una sociedad. Todo aquello que rodea al niño o niña es asumido por él o ella, interiorizado y después puesto en práctica.
De poco o nada sirven las
moralinas. Es el actuar diario, cotidiano, el que marca las pautas de
comportamiento. En nuestro centro buscamos permanentemente eso mismo:
relacionarnos con respeto y tolerancia, conscientes de que todos somos iguales
pese a las diferencias que cada cual posee. Nadie es más ni menos que nadie.
No queremos olvidar todas las
personas maltratadas, ultrajadas, vejadas, asesinadas... a lo largo de la historia. Ni debemos. Olvidar el pasado
supone condenarnos a volver a repetirlo. Pero, precisamente en homenaje a
ellas, queremos apostar en positivo, buscando los puntos de encuentro que nos
unen, enriqueciéndonos mutuamente, intergeneracionalmente. Entre todos los componentes de la comunidad
educativa podemos conseguir mucho si cada uno, en su actuar diario, dignifica a
la persona por ese mismo hecho, ser persona. Ni más ni menos.
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