“Estabas en línea,
te he escrito un whatsapp y no me has respondido. ¿Por qué, qué haces, con
quién estás? Respóndeme.
He visto que te has conectado por última vez de
madrugada ¿Con quién hablabas?
Como no me hagas caso cuelgo en Internet una
foto tuya sin ropa.
¿Quién es ese que has agregado al Facebook?
¿Es verdad que
estás con tus padres? Mándame una foto.
Envíame tú ubicación”...
Estas frases
son algunos ejemplos de otras formas violencia contra la mujer.
En este caso,
ligadas a las nuevas tecnologías y de especial incidencia entre los más
jóvenes. Pero hay más, como el acoso callejero, el laboral, la trata o las
violaciones. Según la normativa estatal, si no se ejercen en ámbito afectivo no
son consideradas como violencia de género y a todos los tipos de agresiones se
les suma la dificultad para demostrarlas.
Hay mucha más
violencia además de la física. Ahora hemos perfeccionado lo que miramos.
Identificamos más fenómenos que antes estaban normalizados, y algunos de ellos
siguen viéndose así. Son otras violencias contra la mujer no consideradas
dentro del concepto ni de las leyes de violencia de género”, explica Belén
Zurbano, profesora e investigadora de la Universidad de Sevilla en este ámbito.
“Prácticamente los únicos indicadores que hay para medir la violencia son las
muertes, las denuncias y la morbilidad hospitalaria, así que hay mucha
información de agresiones que se pierde y que no está ni en el paradigma social
ni en la ley”, explica Zurbano.
Las más novedosas
de estas formas de acoso o agresión son las vinculadas a las nuevas
tecnologías. “La violencia en las redes sociales está presente 24 horas al día
y siete días a la semana y su detección es casi imperceptible para los
profesores o los padres de los jóvenes”, considera la psicóloga especializada
en género Laura Ocaña. "Existen problemas de control, persecución y acoso
entre jóvenes a través de las redes que no tienen diferencia con la violencia
de género”, añade Encarnación Aguilar, directora general de Violencia de Género
de la Junta. Según los datos que manejan, un 7,9% de chicas admite ser víctima
de ciberacoso, en cambio, solo un 2,9 de ellos reconoce ser acosador. En este
sentido, la investigadora Zurbano advierte que las nuevas tecnologías se han
convertido en una “herramienta más de control y dominación en la pareja,
generalmente contra las mujeres”.
Las tecnologías se
usan como herramientas
de control y dominio
Pese a la
constancia de la existencia de estas otras formas de violencia, es complicado
que se tengan en cuenta desde el punto de vista legislativo. De entrada, la
norma estatal solo considera la que se da en el ámbito afectivo, aunque la ley
andaluza (2007) es más abierta. Añade la violencia económica a las amenazas,
coacciones, privación de libertad y agresiones físicas, sexuales y psicológicas.
También amplía la consideración de actores violentos. Además de los cónyuges,
excónyuges o personas ligadas por relaciones de afectividad, incluye a los
hombres del entorno familiar, social o laboral.
Las tecnologías se
usan como herramientas de control y dominio
Y si la
incorporación de nuevas definiciones de actores y otros tipos de violencia en
la norma ya es difícil, también lo es la demostración de los daños psicológicos
o del sufrimiento a través de amenazas, humillaciones, vejaciones, aislamiento,
culpabilización o limitación de su libertad. “En este aspecto hay menos índices
de estudios y herramientas de detección. Es difícil conocer sus cuadros
clínicos y los procesos de traumas. Además, los testimonios de las víctimas
suelen ser inconexos o incoherentes, pero no por eso es sintomático de que no
haya violencia”, alerta Zurbano.
El daño psicológico
es
el primero que se ejerce,
pero apenas se conoce
Desde Justicia
reconocen que la violencia psicológica está muy silenciada, que es la primera
en aparecer y que es más difícil de demostrar que la física. “Tenemos una unidad
de valoración que analiza las evidencias de la víctima. En lo que va de año se
han abierto más de 800 procedimientos por violencia psicológica con órdenes de
protección. 600 de los ellos por amenazas”, matiza Aguilar. "En la
violencia a través de las nuevas tecnologías, los fiscales de delitos
tecnológicos indican que los actos dejan rastro en el teléfono o en el
ordenador y pueden ser perseguibles", añade.
El daño psicológico
es el primero que se ejerce, pero apenas se conoce
Para erradicar
cualquier forma de violencia, la solución reside en la educación. El respeto,
la libertad, la igualdad y la confianza son cuatro de los pilares sobre los que
trabaja Ocaña en sus cursos de formación para jóvenes, para modificar la
realidad: el 24% de los jóvenes andaluces considera que el lugar de una mujer
está en su casa, con su familia, y el 10% cree que el hombre es el que debe
tomar las decisiones.
“Las relaciones de
pareja son para hacernos más felices de lo que podemos ser estando solos. Hay
que trabajar en eso, cada uno de los cuatro pilares son básicos para una
relación sana”, declara Ocaña. “Parte del problema es que no se nos ha enseñado
a querernos ni a desarrollarnos bien, parece que la mujer solo se siente válida
cuando alguien la quiere, y parece que el hombre no debe mostrar más
sentimientos que los de rabia. Hay que trabajar mucho la autoestima y la
inteligencia emocional para saber relacionarnos de forma sana”, propone.
El Instituto
Andaluz de la Mujer (IAM) ya ha puesto en marcha una investigación sobre los
riesgos y consecuencias de la violencia de género a través de las “tecnologías
de las relaciones, la información y la comunicación (TRICs)”. El trabajo
incluirá un protocolo de intervención profesional para actuar en estos casos,
una guía de orientación a familias, cursos de formación y asistencia
psicológica a jóvenes. Además, ha creado una aplicación llamada Detecta amor,
para identificar el machismo y aprender a relacionarse en parejas.
Amenazas en el
ámbito económico
La violencia
económica incluye la privación intencionada de recursos para el bienestar
físico o psicológico de la mujer y de sus hijos o la discriminación en la
disposición de los recursos compartidos en la pareja. “Puede estar vinculado a
los casos en los que las mujeres no pueden llegar a ser independientes, aunque
trabajen o hayan trabajado, porque los hombres controlan los recursos de
ambos”, explica la profesora especializada en género Belén Zurbano.
Este tipo de
violencia, que se ha visto agravada con la crisis, trasciende al ámbito
laboral. Eli García, secretaria regional de la mujer en CC OO, detalla que
llevan mucho tiempo atendiendo situaciones de acoso en el trabajo, pero que el
paro, la crisis y la persistencia del machismo extienden las conductas
discriminatorias.
García explica que
el observatorio de su formación lleva años denunciando discriminación tanto en
los criterios de selección, donde se excluyen a mujeres que quieran tener
hijos, como en las ofertas, donde se establecen condiciones que fomentan la
desigualdad.
No les llegan
denuncias de una práctica que admite como posible y sobre la que considera
“interesante” que se piense en generar “mecanismos de alarma” o de
“prevención”. Se trata del acoso que se registra durante las entrevistas de
trabajo aprovechando la situación de necesidad de la demandante de empleo. Al
registrarse cuando aún no hay una relación laboral, entra en una categoría distinta,
pero se da. “Es fácil que las personas con perfiles machistas se muestren así
en estas situaciones, que no se han identificado como un problema laboral”,
advierte.
Una vez en el
trabajo, la situación puede llegar a niveles espeluznantes. En octubre, la
Audiencia de Huelva condenó a 58 años y ocho meses de prisión a un exdirector
de una aseguradora por acosar, abusar y atentar contra seis de sus empleadas
durante años.
fuente: elpais.com/
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